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Afortunadamente, en los últimos años hemos empezado a tomar mayor conciencia de cómo la configuración de las ciudades incide de manera crucial en nuestras vidas.

De su planificación depende que nuestro entorno sea un espacio cómodo, amable e inclusivo o una prisión de cemento, hierro y cristal que nos obligue a malgastar parte de nuestras vidas en atascos, viviendo de espaldas a la naturaleza y considerando a fin de cuentas la ciudad como un espacio hostil.

Repensar las ciudades casi como entes vivos capaces de evolucionar para adaptarse a nosotros, nos permite plantear el urbanismo como una herramienta para mejorar nuestra propia calidad de vida.

En este sentido, desde Zertum siempre hemos estado comprometidos con los principios urbanísticos esbozados en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Especialmente con el Objetivo de Desarrollo Sostenible 11 sobre la creación de “ciudades y comunidades sostenibles”.

Este objetivo nos desafía a construir urbes más eficientes, equitativas y amigables con el medio ambiente.

Y creemos que la mejor manera de conseguirlo es trabajar en barrios que, a priori, no parecen los más atractivos para la inversión inmobiliaria pero que ofrecen un enorme potencial para aquellos agentes que decidan apostar por ellos.

En este sentido, aunque los procesos son más largos y complejos, los resultados no solo benefician al proyecto y sus socios, sino que sirven para construir un mejor modelo de ciudad. Porque las zonas donde se actúa se convierten en motores de progreso económico y social incidiendo positivamente en la vida de miles de personas, más allá de los inquilinos e inversores.

MálagaRío es un claro ejemplo. El histórico barrio de Ciudad Jardín fue perdiendo atractivo para los operadores del mercado inmobiliario que han preferido invertir en zonas «de moda» en barrios en expansión.

Sin embargo, las cualidades que tienen tanto el barrio en general como la zona concreta en la que se erigirá MálagaRío en particular lo siguen perfilando como una gran oportunidad.

Además, el proyecto también tiene como objetivo la reconexión viaria en torno a la calle Emilio Thullier, reconfigurado una zona que suponía un punto negro en las comunicaciones para los vecinos y visitantes del barrio.

Y conlleva la creación de más de 1.500 m² de espacios públicos, incluyendo nuevas zonas verdes, algo esencial para hacer las ciudades más amables y sostenibles.

Este planteamiento supone, por otra parte, un evidente impacto positivo en la rentabilidad de los proyectos Zertum, que incide directamente en el rendimiento económico del que se benefician todos los inversores.

Elegir zonas con alto potencial, pero evitando las zonas sobresaturadas de rápido crecimiento supone pagar algo menos por el suelo, que es actualmente uno de los recursos con el precio más elevado motivo de la escasez existente del mismo en el mercado.

Y al ser proyectos que ayudan a revitalizar las zonas en las que inciden, también ayudan a revalorizarse de forma mucho más dinámica. Se trata por tanto de una relación de beneficio mutuo con el entorno.

Por eso, la plusvalía asociada a la propia construcción es más elevada en este tipo de proyectos. Y al tratarse de acciones que aportan valor a la ciudad, haciendo más atractivos los espacios en los que se construye, también influyen en la viabilidad y rentabilidad a largo plazo.

Al final, nuestra filosofía es sencilla: diseñar y construir mejores proyectos no solo aumenta su rentabilidad; también ayuda a hacer mejores ciudades para todos.